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Los colombianos no podemos añorar la paz - Por: Sergio Esteban Vélez


Los colombianos no podemos añorar la paz

Por: Sergio Esteban Vélez

- Cada vez escucho con mayor frecuencia una utilización equivocada del verbo “añorar”.  A la lista de periodistas y personajes públicos que lo usan mal, hay que sumarle ahora el nombre del embajador de Colombia ante la OEA, Luis Alfonso Hoyos, quien, hace un mes, durante la sesión de dicha institución en la cual presentó las denuncias de Colombia por la presencia de las Farc y del Eln en Venezuela, aseguró que: “En Colombia, añoramos la paz”. 

Lo correcto habría sido decir: “En Colombia, anhelamos la paz” o haber empleado los verbos “desear”, “ansiar”, “esperar”, entre otros varios; pero de ningún modo hacer uso de “añorar”, que, según el diccionario de la Real Academia Española, quiere decir: “Recordar con pena la ausencia, privación o pérdida de alguien o algo muy querido”.
Así, es incorrecto decir que un joven que siempre ha sido pobre “añora ser rico”, pero es adecuado afirmar que un extranjero “añora su país natal” o que un anciano “añora los días felices de su infancia”.
En cuanto a la frase dicha por el embajador Hoyos, no es apropiada, pues, aunque en el siglo XIX, Colombia gozó de unos pocos años de paz, ninguno de los colombianos vivos la alcanzó a disfrutar. 
Desde el punto de vista etimológico, el verbo “añorar” es una de las escasas palabras del español (alrededor de trescientas cincuenta) que provienen del catalán.  Su origen se encuentra en el verbo catalán “enyorar”, el cual a su vez desciende del latín “ignorare” (ignorar), en el sentido de “no saber (dónde está alguno” o de “no tener noticias (de un ausente)”, como reza en el Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Española.
 
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- Ya que hablamos del verbo catalán “enyorar”, base de nuestro “añorar”, cualquiera podría pensar que comparte etimología con el verbo francés “ennuyer” (se pronuncia “anuiyé”), que también se usa para expresar que se extraña con nostalgia a alguien o algo.  “Je m’ennuie de toi” quiere decir: “Me haces falta”.  Pero, curiosamente, esta es un sólo una expresión excepcional de ese verbo polisémico, cuyos significados principales son “aburrir”, “molestar” o “fastidiar”.  De modo que “Je vais m’ennuyer de María” significa: “Voy a extrañar a María”, pero “María va m’ennuyer” quiere decir: “María me va a aburrir”.
Este verbo, “ennuyer”, al igual que nuestro “añorar” tiene origen en el latín.  Pero su raíz no es “ignorare”, sino “inodiare”, de la locución latina “In odio esse”, que significa “ser objeto de odio”, de la cual descienden también, entre otros, el verbo italiano “annoiare” (aburrir o fastidiar), el inglés “to annoy” (molestar) y el español “enojar”.
 
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- Punto aparte: La semana pasada, en entrevista con La W, acerca de la columna del doctor José Obdulio Gaviria sobre las falacias y la mala fe de quienes denunciaron la supuesta “gran fosa común de La Macarena”, uno de los promotores de esos infundios, el representante a la Cámara Iván Cepeda, se refirió a “ciento sesenta y un personas".    Valdría la pena que, si el polémico congresista Cepeda quiere ser tenido en cuenta en la comunidad como persona ilustrada y culta, se interesara un poco por corregir las dificultades que se le notan para hablar correctamente.  En este caso, habría debido hablar de “ciento sesenta y una personas”, pues persona es un nombre femenino y, por tanto, debe respetarse la concordancia.
Digamos, pues, “las veintiuna candidatas” y “los veintiún edecanes”, “Las mil y una noches” y “los treinta y un días”.
Fotografía: Internet

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