Cansancio
Por: Claudia Cadelo
Octavo Cerco
Sus mañanas son las mismas desde hace años: comprar la harina por la izquierda en las panaderías estatales, conseguir los huevos que los vendedores llevan escondidos en las mochilas, regatear las guayabas en el agro para que le dé el negocio. Con las altas y bajas que dependen del grado de represión contra las “ilegalidades” que haya, logra mantener decentemente su casa vendiendo dulces.
Pero las cosas se le complican demasiado: Dos veces tuvo que meter por la ventana del patio, a toda velocidad, algunas panetelas que su vecina le escondió cuando vinieron los inspectores. ¡Gracias a dios que eso no sucede a menudo! Cuando puede le pone a los cakes unas grageas que su hermana le manda desde Miami, donde tiene una pequeña dulcería bastante próspera. Empezó como ella en el 2000, haciéndolo todo solita, pero con los años contrató a una ayudante y ahora tiene una modesto negocio que abastece de golosinas a una buena parte del barrio.
Todo me lo cuenta con una nostalgia infinita, una envidia sana de su hermana del otro lado que ha logrado “echar p’alante”. Le pregunto si piensa que Raúl Castro permitirá alguna apertura económica, facilidades para la pequeña empresa, licencias y esos mínimos respiraderos que le harían la vida más fácil. Se ríe, pero sus ojos parecen llorar -Estoy vieja, chica, ya me da igual, me cansé de esperar.
Fotografía: El Verdugo, por Luis Trápaga