El Festival de Literatura de Montreal
Por Sergio Esteban Vélez

En esta edición del certamen, se dedicó también un espacio para rendir tributo póstumo a la vida y la obra de dos de las mayores escritoras de la lengua francesa: la belga-francesa-estadounidense Marguerite Yourcenar, primera mujer miembro de la Academia Francesa, y Anne Hébert, quien comparte con Gabrielle Roy el título de máxima mujer de las letras del Quebec.
Desde que era un niño, he sido un “adicto” a la obra de la Yourcenar, a la cual, entre otros escritos, dediqué un poema, el cual, según Meira Delmar, es el mejor de mi cosecha. En consecuencia, no podía perderme las actividades que se organizaron para que, en esta oportunidad, su producción captara, una vez más, la atención de la mayor metrópolis francófona de América.
Y además de la calidad de su obra, reverenciada de manera unánime en el mundo entero, en Marguerite Yourcenar descuella el personaje en sí. Esta mujer es símbolo de rebeldía. Su espíritu no podía hallarse entre las moralistas cortapisas de su época; y su mente se estremecía al pensar en la inferioridad intelectual que se imputaba a la mujer de su tiempo. En pos de la anhelada igualdad, se vistió como hombre; viajó como hombre; amó intensamente, sin importar el sexo del amado y gobernó su propia vida como sólo los hombres podían hacerlo. Escribió igual o mejor que cualquier gran autor de la Historia; craneó exquisitas disquisiciones sobre los temas más variados; recreó con maestría escenarios miríficos de diversas épocas; incursionó con éxito en difíciles géneros ensayísticos, novelísticos, poéticos e históricos y defendió con ímpetu su pensamiento liberador y progresista, dejando desconcertados y boquiabiertos a los hombres, que tarde o temprano tendrían que conscientizarse de la equivalencia de capacidades de ambos sexos.
Otro de los protagonistas de la versión del festival que acaba de terminar fue Gilles Vigneault, quien, con el fallecido Félix Leclerc, es considerado el “Poeta Nacional del Quebec”. Vigneault, el más homenajeado y condecorado de los autores vivos del Canadá Francés, preparó para el festival el especial poético-musical-teatral “Un cadeau pour Sophie”, el cual fue presentado en la Place des Arts, la versión montrealesa del Lincoln Center.
Entre los ilustres invitados internacionales, sobresalió la figura de Massimo Carloto, el escritor, dramaturgo y guionista italiano que se hizo célebre cuando fue acusado de un crimen espeluznante que no cometió. Hace más de un decenio, luego de recibir el indulto presidencial, su obra literaria logró recrear con maestría la angustiosa ruta de sus propias vicisitudes, con tan buen resultado, que ha ganado los principales premios y reconocimientos de esa nación.
No me alcanza el espacio para mencionar los nombres de los demás creadores literarios invitados (han participado más de 3.000 personajes, en los 16 años de este certamen), ni para referirme a cada una de las actividades típicamente “no literarias” (música, danza, teatro), a través de las cuales este festival atrae al público hacia la Literatura, pero no puedo despedirme sin recomendarles a mis lectores que, si tienen el deseo de venir a Montreal, lo hagan a finales de septiembre: no sólo por la dulzura del clima y la belleza de la vegetación, en todo su esplendor; ni por la manera en que los días cálidos transforman el temperamento nórdico de los nativos, sino para que gocen del exquisito placer intelectual que producen los eventos incluidos en la programación de este festival.
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