Sacrificio
Por: Claudia Cadelo
Octavo Cerco
La espera - Fotografía: Orlando Luis Pardo Lazo |
Agarró la misión por varias razones: le pondrían 50 cuc mensuales en un banco en Cuba, podría adquirir los equipos electrodomésticos que tanto había necesitado durante toda su vida, le compraría a sus hijos ropa y además, saldría del maldito policlínico ese que le estaba acabando la existencia.
Sabía que Venezuela era un país bastante violento e inestable políticamente, pero la delegación cubana de seguro estaría bien protegida, supuestamente eran prioridad. Los ubicaron en las afueras, una zona pobre y con mucha delincuencia. Nadie le advirtió que nada más llegar le sería retirado el pasaporte y se quedaría indocumentada. Trabajó mucho, descubrió que los venezolanos en su mayoría sienten lo mismo que los cubanos: la política les ha partido en dos la sociedad.
Sufrió los odios de un pueblo que, al igual que el suyo, perdió las riendas de su futuro. Descubrió que la paranoia no tiene fronteras y que el miedo también viaja en los aviones. Un compañero suyo murió en una reyerta entre bandas del barrio. Pidió regresar a Cuba pero el compromiso era imperecedero –como el partido comunista- y eso de estar deprimida no es consecuente con la solidaridad entre los pueblos. Todavía no puede regresar y para consolarse se da terapia cada mañana frente al espejo: 50 cuc , 50 cuc, 50 cuc.
Sabía que Venezuela era un país bastante violento e inestable políticamente, pero la delegación cubana de seguro estaría bien protegida, supuestamente eran prioridad. Los ubicaron en las afueras, una zona pobre y con mucha delincuencia. Nadie le advirtió que nada más llegar le sería retirado el pasaporte y se quedaría indocumentada. Trabajó mucho, descubrió que los venezolanos en su mayoría sienten lo mismo que los cubanos: la política les ha partido en dos la sociedad.
Sufrió los odios de un pueblo que, al igual que el suyo, perdió las riendas de su futuro. Descubrió que la paranoia no tiene fronteras y que el miedo también viaja en los aviones. Un compañero suyo murió en una reyerta entre bandas del barrio. Pidió regresar a Cuba pero el compromiso era imperecedero –como el partido comunista- y eso de estar deprimida no es consecuente con la solidaridad entre los pueblos. Todavía no puede regresar y para consolarse se da terapia cada mañana frente al espejo: 50 cuc , 50 cuc, 50 cuc.
Fotografía: Orlando Luis Pardo Lazo